En febrero de este año se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Natsume Soseki, padre de la novela japonesa moderna y figura central de la literatura japonesa de comienzos del s. XX.
Tras vivir una adolescencia marcada por la desgracia (quedó huérfano de madre a los catorce años de edad), Natsume se volcó en los estudios humanísticos hasta alcanzar una brillante formación intelectual. Sus primeras inquietudes literarias le orientaron hacia el ámbito de la poesía, en el que cultivó los metros breves (haikus) mientras completaba sus estudios superiores en el Departamento de Lengua y Literatura Inglesas de la Universidad de Tokio.
Una vez licenciado, comenzó a ejercer la docencia sin abandonar por ello su vocación literaria. En 1900 consiguió una beca que le permitió desplazarse a Inglaterra, de donde regresó tres años más tarde para hacerse cargo de la cátedra de Literatura Inglesa que, en la Universidad Imperial de Tokio, había dejado vacante el escritor Lafcadio Hearn.
A partir de entonces, su consagración a la creación literaria comenzó a arrojar frutos espléndidos. En 1905 dio a la imprenta su primera novela, Wagahai wa neko de aru (Yo soy un gato), en la que su enorme interés por las relaciones entre el individuo y la sociedad se revestía de sátira para ridiculizar a la clase intelectual del período Meiji. Un año después confirmó la magnífica impresión que había causado esta primera novela con su segunda narración extensa, titulada Botchan (1906), muy celebrada -como la anterior- por la complejidad y elegancia de su prosa.
El reconocimiento obtenido tras estas dos publicaciones animó a Sôseki Natsume a abandonar el ejercicio de la docencia para dedicar casi todo su tiempo a la creación literaria, actividad que compaginó con la redacción de numerosos artículos para el periódico Asahi shimbun, en el que colaboró hasta el final de sus días. Poco a poco, su estilo literario fue prescindiendo del preciosismo formal para centrarse en la estudiada caracterización psicológica de los personajes, y en el retrato fluido y fidedigno de determinados grupos sociales.
Así, en la novela Sanshiro (1908) volvió a colocar su lupa crítica sobre la clase intelectual nipona, concentrando ahora toda su atención en los intelectuales desarraigados; mientras que en su siguiente entrega narrativa, Sorekara (Y entonces, 1909), venía a confirmar su desembarco consciente en el difícil subgénero de la novela psicológica, al reflejar con una extraordinaria riqueza de matices el egoísmo extendido en la clase media urbana de su tiempo.
Su vertiginosa carrera literaria se interrumpió en 1910 como consecuencia de una úlcera gástrica que le mantuvo hospitalizado durante un largo período de tiempo. Pero en 1914 regresó a los anaqueles de las librerías con otra obra maestra, Kokoro (Corazón), y dos años más tarde confirmó su recuperación para las Letras japonesas con Luz y tinieblas (1916), novela en la que volvía a darse la mano el lúcido análisis de la sociedad y la aguda caracterización psicológica de sus componentes.
Cuando parecía que estaba llamado a dejar una de las producciones literarias más fecundas y extensas de la literatura japonesa, la muerte sorprendió a Sôseki Natsume sin permitir que llegara a alcanzar el medio siglo de existencia. No obstante, ya por aquel entonces se había convertido en el principal mentor de los jóvenes escritores de su época, en algunos de los cuales (como Ryunosuke Akutagawa) dejó una huella indeleble.
Fuente: Biografias y vidas
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